La fama del vino de Málaga se refleja en sagas tan famosas como los Tres Mosqueteros y ya en el último tercio del XVIII y comienzos del XIX era bebida usual entre los primeros presidentes de los Estados Unidos: los llamados Padres Fundadores.
Los Tres Mosqueteros, la inolvidable creación del francés Alejandro Dumas, tuvo tanto éxito que su autor decidió escribir dos partes más para contentar al público: Veinte años después y El vizconde de Bragelonne.
Precisamente en esta tercera y última parte, El vizconde de Bragelonne, la que contiene el conocidísimo episodio del hombre de la máscara de hierro, uno de los capítulos lleva el nombre de Málaga, el juramento que Planchet, el ayudante de D´Artagnan, emplea para darse ánimo y fuerzas y que hace referencia a las pasas de Málaga.
En realidad, la fama internacional del vino comenzó a fraguarse en ese último tercio del siglo XVIII, cuando el puerto, que desde 1529 estaba autorizado a comerciar con las Antillas españolas, puede también comerciar con Buenos Aires, la América Meridional y con puertos habilitados de Chile y Perú.
Llegan entonces a la ciudad casas extranjeras que se dedican a distribuir por medio globo el vino de Málaga. La emperatriz Catalina la Grande conoció el vino dulce de la lejana tierra andaluza y el comercio con América también lo dio a conocer en las 13 colonias inglesas que se independizaron en 1776.
Ese mismo año, el famoso inventor Benjamin Franklin, que servía a la causa de los rebeldes americanos, se alojó en París y entre sus documentos se encontró una carta que mencionaba «el suministro de 100 botellas de vino de Málaga para el dignatario».
Se usaba el vino dulce para todo tipo de ocasiones, también las celebraciones, como le contó en una carta el propio Franklin a su esposa Deborah, fechada en Londres el 14 de agosto de 1771, cuando asistió en Hampshire al cumpleaños de su nieto. A la pequeña fiesta asistió la viuda de un clérigo que sobrepasado los cien años y en el brindis, explicó Benjamín Franklin «la venerable dama comenzó con abundante Mountain«.
El Mountain hace referencia a los Montes de Málaga.
George Washington
No fue el único dignatario norteamericano en disfrutar de los caldos malagueños. Un prometedor militar soltero de 25 años, destinado en Virginia y que por entonces servía a Inglaterra, pedía por carta en noviembre de 1757 a su amiga Sarah Cary Fairfax, «una botella o dos de Mountain«. El prometedor militar era George Washington y por cierto tomaba el vino por prescripción médica, pues tenía una indisposición de estómago, «y Mr. Green (el médico) me ordena que beba un vaso o dos cada día, mezclado con agua o goma arábiga».
Ya en plena Guerra de la Independencia, el vino de Málaga se convirtió en un apreciado botín de guerra. De este curioso hecho deja constancia una carta fechada en Boston en 1779, en la que John Bradford informa al general George Washington que “los azares de la guerra han dejado en mi poder un cuarto de vino embarcado en Málaga que había sido reservado en exclusiva para el general Clinton”. El general británico Henry Clinton era el comandante en jefe para la América británica. Ni que decir tiene que el botín de guerra fue ofrecido a George Washington.
Pero el primer presidente de los Estados Unidos también intentó cultivar viñas con vistas a que dieran vino de Málaga. En Mount Vernon, Virginia, tenía sus plantaciones familiares y en una carta que envió al administrador en 1793 le escribe la siguiente indicación: “Las semillas en un sobre son de uva Málaga, el jardinero desea plantarlas, vigílelas con atención”. En una segunda carta, una semana más tarde, George Washington se muestra más preciso: “Las semillas en un sobre son de uva Málaga que hay que entregar al jardinero. Las últimas que mandé eran de la variedad blanca, a fin de cuentas, lo mismo”.
Adams, Jefferson y Madison
Tendencia parecida se aprecia en su sucesor, el segundo presidente de Estados Unidos, John Adams. En una carta escrita en un tono muy desenfadado y fechada mucho antes de su presidencia, «a las 4 de la tarde del 4 de mayo de 1764», comenta que además de dar un paseo a caballo y tomar ostras «bebí Frontinac y Mountain Málaga».
Siguiendo con la lista de presidentes de Estados Unidos, también hay constancia de que Thomas Jefferson, con fama de ser el más amante de los vinos de todos los Padres Fundadores de la nueva nación, tomara vino de Málaga. De hecho, tuvo mucha relación con el comerciante español Joseph Ynardi, quien en 1801 escribió al presidente para comentarle que confiaba en que “los vinos Xerez, Pajarete y Málaga que tengo pedidos a España deben llegar pronto y la casa de comercio Morgan y Price tendrá cuidado de dirigirlos a usted”.
Del cuarto presidente, James Madison, se conservan menciones a facturas de barriles de vino de los Montes de Málaga, que por cierto costaban 28 dólares cada uno. Por una vieja lista presidencial de la compra se sabe que Madison tomaba vino de Málaga a los 79 años.
Ya fuera como remedio medicinal, postre o brindis para una ocasión especial, estas pinceladas históricas cargadas de buen vino dan una buena idea de que la fama internacional del vino de Málaga viene de lejos y atrajo la atención de los más distinguidos paladares.
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