No cabe duda de que los churros son uno de los iconos más reconocibles de la gastronomía tradicional española. Esta humilde y contundente masa frita es además una de nuestras embajadoras más internacionales. Porque hace ya tiempo que los churros lograron trascender las fronteras patrias y convertirse en un apreciado manjar a lo largo y ancho del mundo, recordándonos de paso aquello de que a veces las cosas más simples son las mejores.

Tejeringos and coffee

Desde Londres a Yakarta, pasando por Melbourne, Tokio o Nueva York, hoy es posible degustar esta sencilla delicia en infinidad de países, en ocasiones adaptada a los gustos locales y/o transmutada en formas, colores y sabores imposibles que poco tienen que ver con los tradicionales churros de nuestro país.

Porque, si de hablar de tradición se trata, España sigue siendo el país de referencia en materia “churril”. No en vano, en muchos países se los sigue conociendo como “Spanish doughnuts”. ¡Por algo será!

Un poquito de historia de los Churros

Como ocurre con tantas otras recetas tradicionales, rastrear el origen de los churros no es tarea fácil y son varias las historias más comúnmente aceptadas al respecto.

China

Una de ellas cuenta que fueron mercaderes portugueses los que, a principios del siglo XVI (algunos señalan la fecha exacta de 1513), descubrieron en China la allí conocida como youtiao, una tira de masa frita de vocación salada que se servía en el desayuno y luego la exportaron a la Península Ibérica, le dieron la forma de estrella que aún conserva en algunas de sus modalidades y la adaptaron al terreno de lo dulce.

En esta misma línea hay otra corriente que señala que pudo ser Marco Polo quien los trajera desde China en 1269 para ser introducidos más tarde por la cocina sefardí mediante la técnica de masas fritas. De hecho, su origen árabe se baraja también como probable y existen recetas muy similares recogidas en manuscritos medievales e incluso andalusíes, como “La cocina hispano-magrebí durante la época almohade”, datado en el siglo XIII.

Ovejas Churras

Otra historia señala que los churros fueron inventados en época medieval por pastores españoles de la zona de Castilla y León que, debido a su falta de infraestructura para cocer pan en campo abierto, tuvieron que optar por freír una masa de similares condiciones como sustituto a su principal fuente de carbohidratos.

Muchos relatos enmarcan también en este contexto el origen de su nombre, ya que se suele decir que se los denominó churros por su similitud con los cuernos de las ovejas churras, raza autóctona de aquellas latitudes. Aunque tampoco aquí hay consenso, ya que otros resaltan que la palabra churro es bastante más reciente, pues fue introducida en el diccionario de la Real Academia de la Lengua española en 1884 como sinónimo de cohombro, que era como entonces se llamaba a los pepinos y también a una «fruta de sartén de la misma masa que los buñuelos y que después de frita se corta en trozos que se asemejan al cohombro» Queda por aclarar si eso de “fruta de sartén” va con cierta ironía.

Lo que sí parece ser cierto (o al menos no presenta tantas disensiones), es que fueron los conquistadores españoles los que, tras su éxito en la Península Ibérica, decidieron exportar los churros al Nuevo Mundo. Y a día de hoy es tal su popularidad en Latinoamérica que muchos no dudan en asegurar su origen mejicano, aunque esta teoría pierde consistencia si tenemos en cuenta que la churrería más antigua del país, la que lleva por nombre